Desde que decidiste marcharte a tu propio destino, no ha pasado un dia que no piense en ti, extraño tu compañía, tus risas, tus conversaciones y tanto mas... la ansiedad en pensarte y preguntarme ¿que haras? ¿donde estaras? algunas veces me agobia mas de la cuenta... te he soltado hasta con miedo, un temor de que no estés bien... me autoimpuse no llamarte aun queriendolo, para amarte con desapego, respetando tu libertad... cuando me acuerdo de ti, al final siempre le susurro a Dios: no la dejes, acompañala, revelate a ella de manera inusual y que nunca olvide que es la "Amada de Dios" por excelencia...
pido imposibles, pues me gustaría seguir siendo tu amigo, mas que un amigo corriente un sincero amigo espiritual...
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